La gracia de Dios, aquel favor inmerecido divino como lo definimos comúnmnente, va mucho más allá de darnos algo que es inalcanzable: es la manifestación suprema de cómo Dios nos ama por amor a Sí mismo. La gracia nos muestra el carácter bondadoso del Señor Dios, de cómo Él nos ama eternamente, en contraste con nuestra condición de pecadores que nos aleja cada vez más del Creador. La gracia de Dios es el padre que aguarda el regreso del hijo pródigo, la paciencia del que sabe que sus hijos siempre volverán a casa.
La gracia de Dios me empuja a Cristo, porque Él vino sin pedirlo ni solicitarlo. En realidad, el hecho de que Dios nos ame, perdone, justifice, adopte, santifique y nos glorifique para que estemos con Él eternamente no tiene sentido fuera de Su gracia. Es por gracia que el Padre nos elige desde la eternidad, es por gracia que Él nos ama, es por gracia que Él nos rescata, es por gracia que Él nos da vida en Cristo, es por gracia que Él envía Su Espíritu de adopción. La gracia de Dios es sublime, preciosa, inmerecida, más alta que los cielos, más cara que todos los tesoros de este mundo, es pura y maravillosa porque es divina, es quien Dios es: lleno de gracia y verdad.
La gracia muestra mi incapacidad de conocer a Dios fuera de Él mismo: si no fuera por Su gracia, no podría conocerlo, amarlo y adorarlo. Él es quien derrama su gracia hacia nosotros revelándose a Sí mismo para que lo conozcamos. El pecado es un velo que se coloca en nuestros ojos y nos impide ver las cosas como son, solo Dios puede removerlo para que podamos contemplarlo en la belleza de su santidad. Sin la gracia divina, jamás pudiéramos decir "yo amo a Dios" con sinceridad y devoción, porque somos atraídos a Él por su gracia. Además, fue por su gracia que Cristo vino y nos dio vida cuando estábamos muestros en nuestros delitos y pecados.
Así que, al pensar en la gracia divina, debemos traer a nuestra memoria el pensamiento bíblico de ella: lo sublime que ella es, la manera como ella nos permite ver al Invisible, alcanzar al Inalcanzable, amar al que odiamos naturalmente, y que podamos tocar la eternidad que un día rechazamos en Adán.
Eso es amor, sublime amor, es la misericordia divina en acción, es la gracia de Dios.
Abrace la gracia de Dios y su perdón maravilloso, porque Él nos perdona por causa de Cristo, quien pagó el precio de nuestro perdón por su muerte vicaria en la cruz, tomando nuestro lugar, sufriendo nuestro eterno castigo, para que pudiéramos clamar a Dios y llamarlo "Padre".
Viva la gracia de Dios, ame a Dios con todo su corazón, ríndase a Él cada día, viva para Él, porque todo lo que somos y hacemos es resultado de su Eterno Amor hacia nosotros.
Comparta la gracia de Dios, hable de Cristo, de su perdón y amor eterno hacia nosotros, pecadores inmerecedores de semejante amor.
Que Dios te bendiga
Comentarios