Una declaración doctrinaria sobre el Espíritu Santo

Como parte de mis tareas de Maestría en el Seminario Teológico Bautista del Sur, me pidieron una breve declaración doctrinaria sobre el Espíritu Santo, explicando algunos aspectos que fueron colocados y también sobre aquellos que fueron dejados de lado. Lo transcribo aquí para que, al leerlo, podamos reflexionar y opinar sobre lo que la Biblia dice sobre Él.

El Espíritu Santo es Dios pleno, siendo uno con el Padre y con el Hijo como parte de la Santa Trinidad (Mt 28,19-20; 2Co 13.14). Procede tanto de parte del Padre como del Hijo en términos económicos, aunque co-igual en términos ontológicos (Jn 14.26; 15.26; 16.7). Él es inmanente en cuanto a su relación con la creación (Gn 1.2) y la obra redentora de Dios, siendo el segundo consolador del cristiano (Jn 14.15-26; 16.7-15). 

Su Nombre muestra la energía, la fuerza, la pureza de la majestad del Señor y la fuente de toda vida (Sal 104.29-30; 139), que se manifiesta en Su poder de acción, su ministerio de vida, capacitación, y al mismo tiempo, su papel dentro de la economía divina: ser el agente de Dios en la creación, realizar la voluntad del Señor con poder y autoridad.

En Jesús se manifestó plenamente el poder del Espíritu, siendo revestido por Él desde su concepción, fue preservado e instruido desde su infancia, ungido en el bautismo, preparado en el desierto, y operando con poder, autoridad y dominio en su ministerio; el Hijo se ofreció mediante el Espíritu Eterno en la cruz, y fue resucitado por el poder de ese mismo Espíritu (Lc 1.35; Mt 1.20,21; Lc 3.21,22; 4.1, 14; Hch 10.38; Heb 9.14; Rm 8.11).

Él habita por fe en el creyente, siendo antes convencido de pecado, justicia y juicio (Jn 16.7-11). Su presencia en la vida cristiana es la garantía de salvación, porque el justificado es santificado y capacitado para adorar, orar y servir al Dios Trino (Ef 1.13-14; Rm 8.15-17), a la vez que transforma su vida por medio del desarrollo de un carácter semejante a Jesús (Gál 5.22,23). También derrama sus dones para la edificación del cuerpo de Cristo, de tal manera que todos sean exhortados y consolados unos a los otros en amor y unión (Hch 1.8; 1 Co 12; Ef 5.18-21).

Incluí la relación del Espíritu Santo con la Trinidad porque es esencial para el entendimiento pleno de la relación ontológica e económica del Espíritu con el Padre y el Hijo. El Espíritu es visto como distante e impersonal con relación a los otros miembros de la Trinidad (Ferguson, 2014, p. 15); siendo que Él completa y sustenta lo que el Padre planificó y el Hijo comenzó (Gn 1.2; Hch 1.8; 2.4, 17-18) y manifiesta la presencia de Dios en la era de la Nueva Alianza (Grudem, 1999, p. 531 y Ferguson, 2014, p.23).

También está incluida la dupla procedencia del Espíritu, porque complementa la enseñanza anterior, ahora en términos netamente económicos. La procesión es algo exclusivo del Espíritu dentro del opera ad intra de la Trinidad, son personales, no ejecutadas juntamente por la Trinidad e incomunicables (Berkhof, 1979, p.104).

La obra del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento no fue incluída, basicamente porque enfatizo la obra del Espíritu en esta dispensación. Dejando ese tópico para un desarrollo de la progresividad del Antiguo Testamento en una discusión posterior.

Espero que haya sido de bendición, y no dejes de comentar este contenido.

Que Dios te bendiga

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