365 días de oportunidades

Cuando pensamos en el final de un año y el comienzo de otro, nos imaginamos escribiendo - o recitando - las famosas promesas que hacemos siempre: 

  • Este año voy a bajar de peso
  • Ahora sí voy a terminar mis estudios
  • Vamos a realizar aquel viaje de nuestros sueños
  • No nos endeudaremos más
  • Seré un padre/madre presente
  • Seré obediente a mis padres
  • No dejaré de congregarme por cualquier eventualidad

Somos propensos a abrir nuestra boca y llenarnos de promesas que no cumpliremos. Salomón sabía de eso y nos escribió que de la multitud de palabras surge la voz del necio (Eclesiastes 5.3). Amamos ese momento porque creemos que así nos comprometeremos, saldremos adelante y tendremos fuerzas para cumplir - aún cuando sabemos que el resultado será infructuoso.

Nuestra imposibilidad de cumplir nuestras promesas contrasta fuertemente con el Poder y Soberanía de nuestro Dios. Pablo escribió que las promesas del Señor son, en Cristo, sí y amén, por causa de ser quien Él es, por amor a nosotros, y para Su Gloria (2 Coríntios 1.20). Su carácter inmutable y eterno es la garantia de que Él cumple lo que promete, y nos dá seguridad plena en Su presencia.

Para este año que se inicia, no me gustaría prometer nada. Porque soy un ser finito, no tengo como anticipar el futuro, saber lo que sucederá dentro de unos minutos y ni siquiera puedo impedir que mi cabello siga cayendo. Lo mejor que puedo hacer es, en humildad y de rodillas, pedir que Su Voluntad se cumpla en mí así como se cumple en el cielo.

Un nuevo año se inicia, 365 nuevas oportunidades para amar, conocer, adorar y servir al Creador. En cada nuevo amanecer vemos como sus miserircordias se renuevan sobre nosotros, viviendo en la alegria de su Presencia, adorando su Nombre eternamente por haber enviado a Jesús como la Propiciación de nuestros pecados, abriendo el velo que nos separaba del Padre por causa de nuestros pecados, y dándonos eterna redención para todo aquel que cree en Él como el único y suficiente camino, verdad y vida. Porque esa es Su eterna promesa: vida y eterna filiación a todo aquel que se entrega a Él.

Con un corazón abierto, rindamos nuestro corazón al Señor, y que podamos decir como Moisés.

Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. Salmo 90.12

Feliz 2023, que sea lleno de la Gracia y del Amor del Señor

Roberto Arias 

Comentarios

Lizet dijo…
Hermoso, es verdad, podemos tener miles de intenciones pero estar rendidos a la soberanía de Dios hace que nuestro ego esté clavado en la cruz y dejamos afuera de nuestras vidas la novedad y el deseo de tomar el control.