3 aspectos para pensar sobre la pérdida de esperanza en Venezuela

Confieso que las últimas semanas han sido decepcionantes para los que esperamos un cambio en Venezuela, así como en Perú y Ecuador. De hecho, los acontecimientos refuerzan la idea que los políticos, sin importar el bando o bandera que portan, están más preocupados con sus propios bolsillos y realidades que con la población en general.

Sin embargo, no puedo permitir que la situación del país transforme mi corazón en un mar de desolación. Al contrario, tengo que buscar esperanza, algo o alguien dónde pueda depositar todas mis expectativas, y donde sé que no seré decepcionado.

Y encuentro tres aspectos para pensar, y los veo en las palabras del profeta Jeremias en el libro de Lamentaciones.
Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! Por tanto, digo: "El Señor es todo lo que tengo. ¡En él esperaré!" Bueno es el Señor con quienes en él confían, con todos los que lo buscan. Bueno es esperar calladamente a que el Señor venga a salvarnos. Lamentaciones 3.21-26
El primer aspecto es confiar en el amor y misericordia del Señor. La misericordia de Dios, su amor y compasión se manifiestan inclusive en los momentos más duros de nuestras vidas. Si coloco mi mirada en las cosas y circunstancias que veo diariamente mis animos se enfraquecen, y la esperanza se vá como el agua se escapa por los dedos; sin embargo, cuando pienso que Él cuida de todas las cosas, y que también se duele del castigo, puedo confiar en que todo tormento y dolor en este mundo es finito, que las personas y movimientos pueden decepcionarme, pero el Señor nunca.

Job fue muy claro cuando, en medio de su enfermedad, dijo, "aunque me mate, en Él esperaré". Nuestra confianza en Dios no depende del resultado final, sino en ver diariamente su amor inagotable.

No es fácil pensar así cuando vemos la realidad venezolana, pero si comenzamos a elevar nuestros ojos al cielo y analizamos la vida desde el punto de vista de la eternidad podemos ver un panorama diferente. La esperanza renace porque nuestra fe no está en los políticos y la economia, nuestra esperanza está en Aquel que es mayor que todos.

El segundo aspecto es la fidelidad del Señor. Si Dios es fiel, como piensa Jeremias, lo mejor que podemos hacer es esperar en Él. Cuando pensamos en la fidelidad de Dios, tenemos que hacerlo en el ámbito que Él cumple lo que promete, sea algo bueno o malo.

Dios había prometido que la desolación de Jerusalén sucedería si el pueblo le era infiel, y así pasó, teniendo como consecuencia el cuadro que Jeremias vive. Sin embargo, también Él había prometido perdón y restauración si el pueblo volvía a Él, y es esa la esperanza del profeta: que el pueblo entendiera el propósito de Dios en la corrección del pueblo: dejar atrás la soberbia, el orgullo, la arrogancia, la idolatria, y que sus corazones se encuentren con el Padre.

Dios ha sido fiel, por las Escrituras sabemos que toda nación sufre el justo juicio de Dios por su pecado; sin embargo, también sabemos que Él bendecirá al pueblo que se aproxima y teme a Su presencia. La bendición de Dios es un corazón nuevo, renacido, que practica la justicia y no practica el mal a su prójimo.

El tercer aspecto es entender que el Señor es toda nuestra esperanza. La frase dicha por el profeta "El Señor es todo lo que tengo" debe animarnos a tener una esperanza clara, fundamentada en la persona de Jesús y no en lo que vemos. Si Él es misericordioso y fiel, no tenemos a quién más recurrir en nuestros momentos de dolor, tristeza y desencanto. Nuestro auxílio, socorro, esperanza, viene de alzar nuestros ojos a los montes y preguntar de dónde vendrá nuestro socorro.

Si colocamos en Él toda nuestra esperanza, el camino continuará áspero y duro, la sequedad y el dolor continuarán, pero sabemos que hay un fin, y que en el cielo hay alguien que está por encima de todos los actores que pretenden imponer su voluntad. La soberania de Dios prevalece, y eso es lo que debe llenar nuestro corazón de fuerzas para seguir. Él está en Su Trono Alto y Sublime, y nunca tendrá por inocente al culpable.

Yo no pierdo la esperanza de ver a mi país libre, y no puedo dejar de ser solidario por Perú y Ecuador, así como otros países que también sufren. Pero no quiero dejar de mirar al que me da esperanzas: Cristo, el Rey de Reyes. El único que puede hacer mucho más de lo que pensamos, quien puede transformar nuestras mentes y corazones para encontrarnos con Él.

¿Dónde está tu esperanza? ¿Crees que los hombres van a llenar ese vacío? Te digo que, aunque los gobiernos y los sistemas caigan, la realidad será igual de dura. Pon tu esperanza en Cristo, porque Él nunca falla, y nuestras vidas depende de ello.

Que Dios nos bendiga, y que nuestra esperanza sea siempre Él.

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