La rutina y la estabilidad


 Como siempre, vemos el Sol salir por el horizonte. Nos parece tan normal que no imaginamos un día sin esa luz que nos despierta, y nos recuerda que cada amanecer es una señal de la misericordia de Dios sobre nosotros.

Como siempre, damos por sentado que el tiempo corre sin parar, que a pesar que quisiéramos detener el correr de las manecillas del reloj, nos frustramos porque el pasar de las horas es inexorable.

Como siempre, vemos los días del calendario, nos gusta cuando se aproximan las festividades, las vacaciones, los cumpleaños, y las reuniones familiares.

Como siempre, sabemos que cuando las nubes son negras en el horizonte puede llover, que los rios corren de un lugar a otro. Que el agua hace reverdecer la vegetación, y que la vida vuelve después de la temporada de invierno.

La rutina de la vida nos dá estabilidad emocional, nos ayuda a clarear los pensamientos, y podemos esperar un mañana mejor, porque por cosas peores la humanidad ya pasó...

¿Y si nuestra esperanza se esfumara como la hierba seca en medio del fuego?

¿Y si nuestra rutina desaparece como el castillo de arena después de un fuerte oleaje?

¿Qué nos queda después de la peor tormenta, cuándo los nubarrones vinieron acompañados de vientos y relámpagos, dejando inundaciones, destrucción y miseria?

A veces, nuestra vida es abatida por los momentos de dolor y tristeza: una enfermedad progresiva, la muerte de alguien cercano, la pérdida del empleo, inflación galopante, infidelidad, y tantas otras maldades que potencialmente pueden sucedernos.

Si bien el mundo seguirá su curso, para los que sufren la vida deja de ser placentera, y repentinamente nos damos cuenta que nuestra vida era un jardín, y lo que vemos hoy es desierto, desolación y muerte. Los que antes se sentaban con nosotros para compartir sus historias, hoy no están, o nos señalan como si estuvieramos sobre una maldición.

Job fue un hombre así, con una vida tranquila, disfrutando de la bendición de Dios y del favor de sus semejantes. No tenía miedo de las adversidades ni se estresaba por las opiniones de los otros, esperaba que su vida acabase en paz y quietud.

Sin embargo, los nubarrones se fueron acumulando en su horizonte cuando comenzó a perder sus propiedades y bienes; el huracán de la adversidad se llevó a sus hijos, y al final, una penosa enfermedad lo atacó fuertemente.

Su esposa y amigos lo injuriaron, pensando que él estaría sobre el juicio divino.

Pero Job, que sabía que lo que todo lo que vemos como rutina está guiado y establecido por Dios desde la Eternidad, y a pesar de su sufrimiento, pudo reponerse a la adversidad porque se apoyó en alguien más fuerte que él: Su Hacedor.

Aunque El me mate, en El esperaré. (Jó 13:15)
Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha mi piel, aun en mi carne veré a Dios; al cual yo mismo contemplaré, y a quien mis ojos verán y no los de otro. ¡Desfallece mi corazón dentro de mí!  (Jó 19:25-27)
Por eso, ¿cómo podemos responder a las preguntas planteadas anteriormente? Confiando en Dios.

Sabemos que la naturaleza tiene sus ciclos de vida, y eso es una señal que Dios nos dio para que veamos que Él cuida de nosotros, que después de toda adversidad, vendrá la bonanza Divina. Él cuida de nosotros.

Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten sus aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo. (Salmos 46:1-3)
Porque su ira es sólo por un momento, pero su favor es por toda una vida; el llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría. (Salmos 30:5)
Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza: Que las misericordias del SEÑOR jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡grande es tu fidelidad! El SEÑOR es mi porción--dice mi alma-- por eso en El espero. Bueno es el SEÑOR para los que en El esperan, para el alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del SEÑOR. (Lamentações 3:21-26)
Si Dios cuida que tengamos un amanecer diariamente, si hasta hoy ha cuidado de la provisión del hombre y de su mantenimiento, si podemos disfrutar de la alegria de vivir, podemos tener la seguridad que Él continua controlando todas las cosas, nada se escapa de Su poder Soberano, ni siquiera el que pueda ser considerado el más insignificante de los seres humanos.

Confie en el Señor, Él cuida de Sus hijos. Entregue su corazón, y descanse en su misericordia y amor. Si eres su Hijo, comprado por Su sangre preciosa, nada no nadie te podrá separar de Su Plano Eterno y Maravilloso que tiene para contigo. Esfuérzate y lucha, ¡Dios está contigo!

Que Dios te bendiga


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