Un valor verdadero

Actualmente la publicidad no solo promociona un producto: también promueve la belleza del recipiento que lo contiene.
Cuando vemos un perfume no es solamente su fragancia lo que nos llama la atención: el diseño del recipiente que los contiene es esmerado, digno de un escultor en algunos casos. Una bebida infantil muy conocida en Brasil promociona su envase porque la esta esculpida la imagen de su "garoto-propaganda".
Hace ya muchos años hubo una marca de mayones muy famosa en Venezuela que ofreció sus potes decorados para guardar cosas: azúcar, sal, harina, implementos de la sala, hasta clavos. Retirando la etiqueta publicitaria se descubria el impreso en el vidrio que mostraba el uso propuesto para él. Así después de usado el producto no se descartaba y se promocionaba la mayonesa.
Hoy muchos de nosotros presentamos el evangelio: es la verdad, la buena noticia de Dios en Cristo, quien murió y resucitó por nuestros pecados para darnos salvación y vida eterna. Pero también hemos "vendido" el recipiente: la publicidad del emisario es tan grande que hacemos que algunos se olviden de lo más importante: el mensaje.
Nos mostramos santos, puros, verdaderos, dueños de la verdad, justos, paladines de la justicia y olvidamos que Dios no nos llamó a ser portadores de nuestra vida ni vendedores de nuestra imagen (que debe ser santa, justa, reflejo del carácter de un Dios santo, justo y amoroso) sino de un mensaje que va a ser respaldado por nuestra vida: el evangelio de Jesús Cristo.
Y para que no tengan duda de lo que digo, les recuerdo las palabras del apóstol Pablo
Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros. (2Coríntios 4:7)
Un vaso de barro no tiene la belleza suficiente para competir contra otros vasos delicados de porcelana o vidrio, sin embargo hace resaltar su contenido porque el verdadero valor no está en lo que él puede aportar de belleza, mas en lo que realmente tiene dentro de sí.
En un mundo de autosuficiencia, autoglorificación y autoexaltación, debemos hacer que nuestra vida refleje la Gloria de Dios como un  espejo (2 Coríntios 3.18) para transformación de nuestra vida y de otros. Glorifiquemos a Dios y mostremos el evangelio y simplemente eso.
Vivamos la contracultura cristiana, humillemos nuestras vidas delante del Cordero y que sea Él mostrado en lo que hagas.

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