Las cosas de la vida

Comúnmente (por cuestiones de la privacidad en internet) no coloco el nombre de mis amigos en internet, por la paranoia de los e-mail recibidos sobre secuestro y otras cosas, pero hoy no voy a poder contenerme, porque más que el nombre, es un homenaje.

El viernes estaba en mis quehaceres propios del trabajo práctico del Seminario donde estudio acá en Brasil, y cuando todos nos estamos alistando, una muchacha se acerca para decirnos que el papá de Dionara, el cual tenia cáncer en estado avanzado, falleció.

El problema era mayúsculo, no solo por la pérdida que representa un ser querido (y más tratándose de uno de los progenitores), sino que la distancia hacía imposible que ella pasara aunque sea el entierro con la familia. Y entre tantas llamadas, contactos, búsqueda de la mejor solución, entre sollozos exclamó que no tenía otra opción sino quedarse y esperar otra fecha para ir, porque sencillamente era imposible.

Muchos de nosotros ya sufrimos la perdida de un ser querido, por mi parte tengo la bendición de tener a mis padres vivos, al igual que a la mayoria de mis familiares. Cuando mi tio mas viejo murió, era tan previsible, era tan cercana, sin embargo, falté al trabajo para estar con mi tía, mis primos y mi abuela (mi papá no estaba en Maracay en esa época). Y el dolor fue grande porque parte de los sábados de mi infancia fue en su casa compartiendo. Sin embargo, la muerte de un padre (creo yo) no tiene comparación, y eso lo digo por la mirada de mis primos, que fue la misma mirada que vi en Dionara, y que una vez ví en mi esposa días después que su mamá murió.

Muchos dicen, sin embargo, que peor que la muerte de los padres es la muerte de los hijos, y puedo concordar con esa afirmación porque creo que los padres siempre esperan morir primero que sus hijos, porque es el orden natural de las cosas, o por lo menos es lo común. En realidad, sea como sea, la muerte nos separa y la pérdida es irreparable, no hay nadie que ocupe el lugar de aquel que ya no está.

Sin embargo, no todo está perdido.

Nosotros tenemos la esperanza de volver a ver a aquellos que partieron con el Señor Dios Todopoderoso, aquel que muere con la Vida Eterna en sus corazones va al lugar de reposo: la presencia de Dios, las Moradas Eternas, donde no hay dolor, ni tristeza.

Por eso hay consuelo en medio de la tristeza, por la esperanza de un día encontrarnos con aquellos que amamos.

Sin embargo, y mientras ese día no llega, la paz de Dios inunda nuestros corazones con Su Amor, y aunque el dolor pueda seguir - y continua hasta que el luto pase - hay esperanza.

Para Dionara, las cosas se pueden poner oscuras en estos días, pero el Señor es especialista en abrir manantiales en el desierto, y ríos en la sequedad. Su Paz te inundará y verás la Gloria del Señor.

Adelante, puedes contar con nosotros.

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