¿Profetas de Auto-ayuda?


Vemos con mucha facilidad, a través das redes sociales, mensajes, predicaciones y estudios que colocan al hombre como objeto de un amor incondicional del Señor que, sin importar lo que esa personas es o hace, siempre recibirá las bendiciones, cuidado, protección y la provisión del Creador.

Ellos son el pueblo de las promesas, de los textos bíblicos que hablan de paz, seguridad, prosperidad, vida y bendición.

Siempre que leo o escucho sobre ello, dos textos bíblicos me vienen a la cabeza. Uno en el Antiguo y otro en el Nuevo Testamento.

Desde el más pequeño hasta el más grande, todos codician ganancias injustas; desde el profeta hasta el sacerdote, todos practican el engaño. Curan por encima la herida de mi pueblo, y les desean: ¡Paz, paz!, cuando en realidad no hay paz. Jeremias 6:13,14

Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes fama de estar vivo, pero en realidad estás muerto. ¡Despierta! Reaviva lo que aún es rescatable, pues no he encontrado que tus obras sean perfectas delante de mi Dios. Así que recuerda lo que has recibido y oído; obedécelo y arrepiéntete. Si no te mantienes despierto, cuando menos lo esperes caeré sobre ti como un ladrón. Apocalipsis 3:1-3 
Sabemos que el propósito del Señor no es que tengamos una vida llena de sosiego y placeres, porque el propio Cristo nos dijo que tendríamos afliciones en este mundo. Al mismo tiempo, sabemos que el impio nunca tendrá la paz del Señor, porque ella viene cuando nos encontramos con Jesús, y entonces nuestros pecados son lavados por el precio de su sangre (Isaías 48.22; 57.21; Juan 14.27; Romanos 5.1)

Seguir a Cristo tiene un alto precio en nuestras vidas. Y eso vá más allá de la autoayuda, del pensar que Dios vá a cumplir mis sueños, que bendecirá mis caminos o mi nación por el hecho de declararlo como si fuera un profeta. Al contrario, debo colocar mi mirada en la Biblia, para el mensaje cristocéntrico de arrepentimiento, perdón de pecados, vida en santidad y mortificación de la carne.

No necesitamos predicar autoayuda, autoafirmación o cualquier otra coisa que agrade el oido de las personas. Lo que necesitamos oir es aquel mensaje que nos confronta: colocar nuestras vida a cuenta con Dios, vivir la transformación que el Espíritu de Dios opera en nuestras vidas, la necesidad de estar viviendo Su eterno propósito y no mis propios caminos.

Claro que Dios bendice a su pueblo, pero Pablo específica que esas bendiciones son "en los lugares celestiales en Cristo" (Efesios 1.3). Nuestra esperanza siempre estará en el mañana. Recordemos que nuestra ciudadania está en los cielos.

Por eso, mi consejo es que nos apartemos de esos profetas que hablan solamente de cosas buenas, o que dejan a un lado las Escrituras en sus mensajes. Volvamos a la simplicidad del Evangelio de Cristo, al encuentro con Dios para preservar nuestra vida, para encontrar en él el perdón de nuestros pecados, la paz que debemos tener con Él, y que nuestro propósito sea seguirlo hasta el fin.

Que Dios te bendiga.

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